sábado, 14 de septiembre de 2024

"Kintsugi"

Dice la leyenda que el arte del kintsugi nació durante el s. XV cuando el shogun japonés Ashikaga Yoshimasa envió su taza de té rota hacia China para que la repararan. Cuando la devolvieron, el shogun se disgustó al ver que la pieza había sido enmendada con unas grapas de metal mediocres. Esto motivó en los artesanos de la época a buscar una forma de reparación alternativa que fuera agradable a la vista.
De aquí se creó el arte tradicional de reparar las piezas rotas de cerámica o porcelana con un esmalte especial hecho con polvo de oro, plata o platino. El resultado son esas costuras doradas y bonitas que hacen brillar las grietas de la pieza, dándole un aspecto único.
En japonés kintsugi quiere decir “reparar con oro”. Un método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas. El kintsugi da una nueva vida a la pieza transformándola en un objeto incluso más bello y valioso que el original.
Según el kintsugi, además de la importancia de la recuperación del objeto, su valor más grande radica en que las roturas y las reparaciones forman parte de esta historia y tienen que ser mostradas en lugar de esconderlas. Las grietas se realzan y se han convertido en una muestra de la imperfección y la fragilidad. De este modo, la reparación es una forma de revalorizar el objeto a partir de su historia única y de celebrar sus defectos.
Ahora, la taza tiene valor por lo que fue y por lo que es, poniendo de manifiesto su transformación. Ha dejado de ser una taza convencional para convertirse en algo más. Tiene un valor añadido que da un significado nuevo y esencial a la taza reparada.

El kintsugi nos permite expresar que todo aquello que ha sido dañado tiene una historia digna de ser narrada. Estas porcelanas rotas y agrietadas, con fisuras y heridas, son como un espejo donde nos podemos ver. Somos como el objeto roto, que es más bello por haberse recuperado y reparado. Hemos dejado de ser algo convencional para convertirnos en algo con un valor añadido. Las cicatrices doradas son la prueba de la imperfección y la fragilidad, pero a la vez de la capacidad de recuperarse, dignas de ser alabadas.
Así pues, tal y como una pieza de porcelana hecha añicos reencuentra su utilidad y al mismo tiempo incrementa su belleza y valor resaltando con oro la unión de cada fisura, las personas también podemos aplicar el kintsugi en nuestras vidas. 
Y recuerda: "Todos estamos rotos, pero hasta la parte más rota de una tiza sigue pintando".

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión final
    Por eso un cuerpo roto ,dolorido ....tiene más valor que cuando era joven
    M

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