La noche, el caos, el terror, cuanto a las sombras pertenece
siente que el alba de oro crece y anda ya próximo el Señor.
El sol, con lanza luminosa, rompe la noche y abre el día;
bajo su alegre travesía, vuelve el color a cada cosa.
El hombre estrena claridad de corazón, cada mañana;
se hace la gracia más cercana y es más sencilla la verdad.
¡Puro milagro de la aurora! Tiempo de gozo y eficacia:
Dios con el hombre, todo gracia bajo la luz madrugadora.
¡Oh la conciencia sin malicia! ¡La carne, al fin, gloriosa y fuerte!
Cristo de pie sobre la muerte, y el sol gritando la noticia.
Guárdanos tú, Señor del alba, puros, austeros, entregados;
hijos de luz resucitados en la Palabra que nos salva.
Nuestros sentidos, nuestra vida, cuanto oscurece la conciencia
vuelve a ser pura transparencia bajo la luz recién nacida. Amén.
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