Un día quiso salir de su curiosidad, se dirigió a la señora y le dijo:
- “Señora, disculpe la indiscreción, pero ¿qué arroja usted por la ventana todos los días?”
Ella, muy tranquila, le respondió:
- “Semillas, caballero, sólo semillas”.
Y el caballero, de nuevo, le preguntó:
- “Pero ¿para qué, señora? Ahí en la carretera no va a brotar ninguna semilla.”
- “Alguna brotará,” le dijo la señora.
Pasó el tiempo y la señora ya no volvió a viajar en el autobús. El caballero preguntó qué había sido de ella.
- “Ha muerto”, le dijo una señora que ocupaba su sitio con una niña.
De pronto la niña gritó:
- “Mamá, mamá, mira cuántas flores…”
A orillas de la carretera un montón de flores adornaban el camino.
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