jueves, 24 de agosto de 2017

Salmo de los dos caminos

Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino; 
mis pasos buscan tus huellas donde poner mis pisadas 
la vida y la muerte están ante mí como un reto; 
el bien y el mal se cruzan en mi corazón 
que sin descanso busca, pide y llama. 
Quiero ser dichoso, hombre en camino; 
yo quiero ser libre con la libertad de tu Evangelio. 
Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida 
y escucharlo día y noche hasta que penetre el fondo del alma. 
Quiero ser, Señor Jesús, como el árbol que crece junto al río 
y bebe en profundidad y hondura en las corrientes del agua. 
Quiero dar, a su tiempo, frutos de paz y bien, 
y dejar que las semillas que has sembrado en mí se abran. 
No dejes jamás, Señor, que se marchiten mis hojas verdes, 
ni que el viento las arranque, una a una, de sus ramas. 
Quiero seguir el camino del hombre nuevo, 
del hombre que dice sí a la vida y con tesón la guarda; 
no quiero ser como paja que lleva el viento 
y hace de ella un juego fácil entre sus alas. 
Quiero ser desde mis raíces y mi historia de ilusiones y fracasos, 
desde mis luchas y mis crisis un camino de esperanza 
abierto hacia la Vida eterna, donde tú moras 
y donde esperas, con un corazón de amigo, mi llegada. 
Tú eres, Señor Jesús, el camino de un corazón joven; 
el camino de la vida en la cruz entregada 
por la salvación del hombre, de todo hombre que busca en ti
la respuesta cierta y segura en la encrucijada. 
Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero, 
al llevar entre tú y yo, ¿los dos juntos?, esta pesada carga. 
Quiero ser discípulo tuyo, y aprender de ti, Maestro, 
a ser libre como el viento, en tu Espíritu, que guía y salva. 

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