jueves, 17 de mayo de 2018

Parábola de las orejas mágicas

Cuenta la leyenda que un hombre recibió un curioso regalo: sus orejas podían crecer o reducirse, dependiendo de aquello que quisiera escuchar. Cuando oía una música que le gustaba, sus orejas crecían y crecían captando hasta el más mínimo sonido. Si oía gritos o discusiones, sus orejas se reducían y apenas oía nada.
Al recibir este regalo le pusieron una condición: tenía que utilizar bien esta capacidad, en caso contrario la perdería.
Durante un tiempo todo fue bien. El buen hombre disfrutaba cada día con los sonidos de la naturaleza, hasta quedarse absorto. Y podía librarse de los ruidos molestos, gritos y cotilleos. Realmente era un hombre afortunado.
Pero un día oyó cómo le alababan unos vecinos y sus orejas crecieron y crecieron. Nunca había oído con tal claridad sus cualidades y le invadió la vanagloria.
A partir de ese momento intentó por todos los medios que la gente le alabara, para poder oírlo bien con sus grandes orejas.
Y fue cerrando sus oídos a todo lo que le molestaba o le sacaba de su comodidad, hasta el punto de que sus orejas se hacían muy pequeñitas cada vez que alguien le pedía ayuda.
Una mañana, al despertar, descubrió que se había quedado totalmente sordo.

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