lunes, 14 de mayo de 2018

Al león se le mata mirando

El viejo Antonio cazó un león de montaña con su vieja escopeta. Yo me había burlado de su arma días antes:
- "De esas armas usaban cuando Hernán Cortes conquistó México", le dije.
El se defendió: "sí, pero mira ahora en manos de quien esta".
Estaba sacando los últimos tirones de carne de la piel para curtirla. Me muestra orgulloso la piel. No tiene ningún agujero.
- "En el mismo ojo", me presume. "Es la única forma de que la piel no tenga ninguna forma de maltrato", agrega.
- "¿Y que vas a hacer con la piel?", pregunté.
El viejo Antonio no me contesta, sigue limpiando la piel del león con su machete, en silencio. Me siento a su lado y, después de llenar la pipa, trato de prepararle un cigarrillo. Se lo acerco sin palabras, él lo examina y lo enciende. Nos sentamos a participar juntos de esa ceremonia de fumar. Entre calada y calada, el viejo Antonio va hilando la historia:
- "El león es fuerte porque los otros animales son débiles. El león come la carne de otros porque los otros se dejan comer. El león no mata con las garras ni con los colmillos. El león mata mirando. Primero se acerca despacio, en silencio, porque tiene almohadillas en las patas y no hace ruido. Después salta y le da un revolcón a su víctima, un manotazo que tira más que por la fuerza, por la sorpresa. Después se le queda mirando. Observa a su presa así... (el viejo Antonio arruga el entrecejo y me clava sus ojos negros). El pobre animalito que va a morir se queda quieto, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el león mira, ve su propia imagen en la mirada del león, ve que, en el ojo del león, es pequeño y débil. El animalito ni  pensaba que es pequeño y débil. Es un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil. Pero ahora ve en la mirada del león, ve el miedo. Y, viendo que lo miran, el animalito se convence, el sólo, de que es pequeño y débil. Y, en el miedo de verse mirado por el león, tiene miedo. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumen los huesos. Y entonces el animalito se rinde, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el león. Mata mirando.
Pero hay un animalito que no hace así, que cuando lo atrapa el león no le hace caso y sigue como si nada. Y si el león lo manotea, él contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y este animalito no se deja del león porque no mira que lo miran... es ciego. Topos, les dicen a esos animalitos".
Parece que el viejo Antonio acabó de hablar. Yo aventuro un "si, pero...". El viejo Antonio no me deja continuar, sigue contando la historia mientras se prepara otro cigarrillo. Lo hace lentamente, mirándome para ver si estoy poniendo atención.
- "El topo se queda ciego porque, en lugar de ver hacia fuera, se puso a mirarse el corazón, decidió mirar para adentro. Y nadie sabe porque llega a la cabeza del topo eso de mirarse para adentro. Y ahí esta el topo empeñado en mirarse el corazón y entonces no se preocupa de fuertes o débiles, de grandes o pequeños, porque el corazón no se mide como se miden las cosas y los animales. Y eso de mirarse para adentro sólo lo podían hacer los dioses y entonces los dioses castigaron al topo y ya no lo dejaron mirar pa’fuera y además lo condenaron a vivir y caminar bajo la tierra. Y por eso el topo vive debajo de la tierra porque lo castigaron los dioses. Y el topo ni pena tuvo porque siguió mirándose para adentro. Y por eso el topo no le tiene miedo al león. Y tampoco le tiene miedo al hombre que sabe mirarse al corazón.
Porque el hombre que sabe mirarse el corazón no ve la fuerza del león, ve la fuerza de su corazón y entonces mira al león y el león lo mira que lo mira al hombre y el león mira, en el mirar del hombre ve que es sólo un león y el león se mira que lo miran y tiene miedo y se escapa"
- ¿Y usted se miró el corazón para matar a este león? Interrumpo.
- ¿Yo? No hombre, -contesta el viejo Antonio- yo mire la puntería de la escopeta y el ojo del león... y ahí dispare... del corazón ni me acordé..."
Yo me rasco la cabeza como hacen aquí cuando no entienden algo. El viejo Antonio se incorpora lentamente, toma la piel y la examina con detenimiento. Después la enrolla y me la entrega
- "Toma, me dice, te la regalo para que nunca te olvides que al león y al miedo se les mata sabiendo a dónde mirar..."
El viejo Antonio da media vuelta y se mete a su cabaña.

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