domingo, 16 de septiembre de 2018

Acompañarte con mi pequeña cruz

Me gustaría, Señor, que todo fuera más sencillo:
que los gobiernos decreten que viviremos en paz,
que los derechos humanos son de obligado cumplimiento
y que la única tarea de los políticos
será procurar el máximo bienestar para todos.
Me gustaría mandar sobre mí mismo
y expulsar de mi corazón el virus de la ira,
el demonio de la ambición, la carcoma de la lujuria y la envidia
y tantos otros malos espíritus que moran en mí.
Pero no es tan sencillo:
hay que librar un combate diario,
y a veces tengo la tentación de echarme atrás.
Por esto es tan importante
saber que tú has sido el primero en cargar tu cruz,
donde están clavados todos los pecados de la humanidad,
y que con mi pequeña cruz
no hago otra cosa que acompañarte
por el camino que conduce a la vida.

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