sábado, 4 de mayo de 2019

El corazón de una madre


Esta historia es de hace mucho tiempo en un pueblito donde una mujer de mediana edad tuvo un hijo al cual amaba más que a la vida misma por considerarlo un regalo divino, a su edad era difícil tener uno. Lo crió con mucho amor como solo las madres saben hacerlo.
El niño creció sano, fuerte y bien parecido siempre bajo el amor de su madre, pues su padre falleció tiempo atrás, sin embargo nunca tuvo carencias ni contratiempo alguno por lo que creció feliz. Pero como todos sabemos llega un momento en que los jóvenes comienzan a pensar por sí mismos y muchas veces desprecian el tutelaje protector el cual más que prohibir pretende guiar.
Paso un tiempo en que el hijo comenzó a salir a reuniones y conoció a una mujer muy hermosa, nueva en el pueblo. El joven comenzó a sentir amor hacia ella y le hacía regalos, promesas de amor todas las noches. De aquella mujer no recibió ni un saludo, ni una mirada, en fin ningún interés. Y es así que en cada rechazo solo su madre lo consoló, secaba sus lágrimas, lo apoyaba para que siguiera intentándolo
Paso así un tiempo en que la mala mujer ignoro al joven, pero después se dio cuenta de la hermosura de este y pensó que tal vez no fuera mala idea salir con él. Y así fue, pero hasta ahora si el joven tenía respeto por su casa y por su madre, al lado de esa mujer lo perdió. Pasaban días en que no aparecía y cuando lo hacía era para dormir días enteros, se desentendía de cualquier quehacer y solo esperaba la noche para volver a perderse.
Y así con malas compañías y visitando lugares de dudosa decencia fue olvidando todo lo aprendido y reemplazándolo por comportamientos perversos, delincuentes y mezquinos.
El joven tenía mala reputación siendo llamado delincuente, perezoso, ladrón, vago y, a pesar de su buena apariencia no inspiraba confianza a los que lo conocían, incluso los que eran sus amigos llegaron a evitarlo alimentando más su dejadez y despreciando todo cuanto lo rodeaba. Mas la única que siempre lo defendió fue su madre, que intentó encauzarlo por el buen camino sin descanso.
La mala mujer manejaba al joven a su antojo y veía la unión de éste con su madre con recelo de mujer celosa, sintiendo a aquella madre como una enemiga. Y le manifiesta al joven que tal vez el amor que él le profesa sea solo pasajero, efímero y puede que hasta una mentira.
El joven sorprendido, promete, jura y vuelve a prometer que su amor por ella es sincero, puro y que él le daría la luna, cruzaría el mar a nado, le construiría un castillo y muchas cosas más. Para la mujer eran solo palabras bonitas. Hasta que maquinó en su mente una petición diabólica que solo de pensarla, hace sentir escalofríos.
Con una voz dulce le dijo: “ Esas cosas que me dices son imposibles, sin embargo quiero un regalo con el que puedes demostrarme que en verdad me amas”.
El joven ansioso dijo, “dime que es, pídeme lo que sea y te demostrare con ese regalo que en verdad si te amo”
Ella, sonriendo dulcemente le dijo, “quiero que me traigas en una bolsa, el corazón de tu madre…, si no lo haces nunca más quiero volver a verte”, diciendo esto se levantó y se fue dejando perplejo al joven.
“¡¿Está loca?!...”, “¡Es imposible!”, eran los pensamientos que pasaban por la mente del joven, y mil veces se dijo que no y mil veces la idea de no ver más a la mujer que amaba se le agolpó en la cabeza.
Con esos oscuros pensamientos llegó de madrugada a su casa, intentó dormir… pero no pudo. No paraba de darle vueltas a la cabeza de demostrar por encima de todo que su amor era sincero Un nudo  se le agolpó en la garganta, y con una determinación maligna fue a la cocina y cogió el cuchillo.
En el cuarto más pequeño de la humilde casa la anciana madre dormía. En un acto de locura le clavó el cuchillo que llevaba en la mano. Unas frías manos arrancaron el corazón aún caliente y lo metió a una bolsa. Con la mirada perdida salió corriendo de su casa hacia una dirección que ya conocía; asustado, avergonzado, horrorizado y, al mismo tiempo, determinado en demostrar a su diabólica amada que su amor es verdadero.
Pero una piedra en el camino le hizo tropezar tirando el preciado objeto que llevaba en sus manos hiriéndose la rodilla, y entonces, a pesar de todo lo ocurrido, una voz conocida para el joven sale de la bolsa y dice: ¡Hijo!, ¡¿te has hecho daño?!

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