domingo, 5 de mayo de 2019

En el corazón de una madre

Hay un pajarito que en medio de los rigores del invierno, cuando las demás aves han emigrado por temor a la nieve y a los hielos, se queda único señor del bosque, y por esta razón se le llama el pajarito del frío.
Cuenta una tradición que en una ocasión en que el sol estaba escondido detrás de unas nubes grises, y una niebla fría envolvía como nebulosa árboles y casas, salió a pasear por el bosque el Genio del Frío para regocijarse en su obra, cuando chirrió en sus oídos el alegre canto del pajarillo.
- ¿Dónde pasaste la noche?, le preguntó.
- Entré en una cuadra. Y ¡qué calentito se estaba allí!
- Donde entras tú, también podré entrar yo, gruñó el Frío.
Al día siguiente se encontró en el bosque al pajarillo, destrenzando arpegios y trinos como si tal cosa.
- ¡Demonio de bicho!, pensó para su capote el Frío. Dime, bribón: ¿No te has muerto todavía?
El pajarillo, reyezuelo del bosque, siguió lanzando al aire sus primorosos gorjeos.
- ¿Qué cantas?, preguntó de mal talante el Frío, ¿Dónde has pasado la noche que tan cantarín estás?
- Me acurruqué en un huequecito que había en el techo de un lavadero en el que las lavanderas habían hecho hervir la lejía.
- Bueno, bueno. Ya llegaré yo también hasta allí, volvió a gruñir el Frío mientras se alejaba.
¡Cómo heló aquella noche! Hasta el agua caliente de la lejía se enfrió y llegó a helarse.
A la mañana siguiente el pajarillo cantaba nuevamente. El Frío, asombrado, vencido, le volvió a preguntar airado:
- Pero, ¿no has muerto?
- ¿Morir? ¿Por qué?
- ¿Pues dónde pasaste la noche?
- Estuve junto al corazón de una madre, que tenía estrechamente abrazado a su chiquitín, para defenderlo del frío. Te aseguro que lugar más caliente no hubiera podido encontrar.
El Frío exclamó con visible mal humor:
- ¡Este es un sitio a donde yo jamás podré llegar!
Y tenía razón, porque el frío de la indiferencia o del olvido podrá llegar a muchos corazones, pero jamás al corazón de una madre.

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