Érase una vez una mujer muy, muy huraña y
egoísta. El día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que
hubiera hecho a lo largo de su vida.
Así pues el demonio la llevó al infierno. Su
ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena
acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una
cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo.
Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma
una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el
paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno".
El ángel de la guarda corrió hacia ella y le
dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré.
Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba
casi afuera cuando otros pecadores que la vieron ya casi salvada se agarraron a
ella para salir también ellos.
Pero como era tan egoísta empezó a darles
golpes y les dijo: "Me están sacando a mi, no a vosotros; es mi cebolla,
no la vuestra. Soltadme". Al decir esto se soltó de la cebolla y cayó de
nuevo al infierno y allí sigue hasta hoy.
Su ángel de la guarda sigue llorando porque no
pudo salvarla.
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