viernes, 30 de agosto de 2019

Descansar en Dios

                San Agustín. Confesiones 1, 5, 6

Dios mío, ¿quién me hará descansar en ti?
¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo 
embriagues
para que me olvide de mis maldades y me abrace a ti, mi único bien?
¿Qué eres tú para mí? Y ¿Qué soy yo para ti?
¿Por qué me mandas que te ame y te enfadas 
conmigo
 y me amenazas con la mayor de las miserias si no lo hago? 
¿No es acaso, miseria suficiente la de no amarte?
Señor y Dios mío, dime por tus misericordias qué eres tú para mí. 
Di a mi alma: yo soy tu salvación.
Díselo en forma tal que llegue a entenderlo.
Los oídos de mi corazón están ante ti. Señor,
ábrelos tú, y dile a mi alma: 'yo soy tu salvación'.
Que yo corra tras esa voz y te dé alcance a ti.
No te escondas de mí. Muera yo para que no muera y pueda ver tu rostro.
Angosta es la casa de mi alma para darte cabida.
Ensánchamela tú. En ruinas la tengo. Repáramela tú.
Cosas hay en ella que ofenden a tus ojos. Lo sé y lo confieso.
Creo y por eso hablo. Tú lo sabes, Señor.
No entro en juicio contigo, porque si tú miras las iniquidades,
¿Quién podrá subsistir?
Permíteme con todo a mí, polvo y ceniza, hablar en presencia de tu misericordia. 
Sé que, al hacerlo, no hablo a hombres que puedan reírse de mi.
Aunque quizá mis palabras te causan risa a ti, 
al menos cuando te vuelvas a mi sé que de mi tendrás misericordia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario