domingo, 25 de mayo de 2025

El burro y los sacos de sal

Un hombre cruzaba el río con su burro. Vendía sacos de sal en el mercado. Cada día, al terminar el trabajo, el hombre le agradecía al burro su labor:
— Gracias, amigo, por tu esfuerzo. Sin ti no podría mantener a mi familia.
El burro movía las orejas orgulloso. Se sentía importante.
Un día, mientras cruzaban el río, el burro tropezó y cayó al agua. Los sacos de sal se mojaron, y parte de la sal se disolvió. Al levantarse, el burro notó que todo pesaba menos. Y pensó:
— ¡Qué maravilla! Si me caigo cada vez, no tendré que esforzarme tanto.
Desde aquel día el burro empezó a fingir caídas en el río. Cada vez se decía a si mismo:
—¡Eso es! Menos peso, menos esfuerzo.
El hombre notó que algo iba mal. Cuando vendía la sal, obtenía menos de lo esperado. Tenía menos ganancias. Y reflexionó:
— No puedo permitir que esto siga así. Cada caída del burro me cuesta mucho dinero. Se le ha convertido en una manía. Tengo que darle una lección a mi amigo.
Al día siguiente, el hombre cargó los sacos como siempre, pero esta vez añadió tela en algunos de ellos.
Cuando cruzaban el río, el burro cayó a propósito y dijo con una risita:
— ¡Una vez más, más ligero! ¡Soy el mejor!
Las telas se empaparon de agua y se volvieron más pesadas. Al levantarse el burro notó que los sacos pesaban como piedras y gruñó:
— ¿Qué pasa? ¡Esto pesa más que nunca!
El hombre, que lo miraba de cerca con una sonrisa sabia, le dijo:
— Los trucos pueden ayudarte un momento, pero el trabajo honesto es el que te lleva lejos.
El burro entendió la lección y nunca más intentó engañar. Desde aquel día cruzaba el río con cuidado. Al final de cada día el hombre le decía:
—Así me gusta, compañero. ¡Juntos y, con esfuerzo, somos imparables!

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