lunes, 26 de mayo de 2025

Merienda de amigas ancianas

— ¡Ya voy, hijo! -dijo la señora Lola con entusiasmo, tomando su bolso y poniéndose el sombrero.
— ¿A dónde vas, mamá? -preguntó su hijo, viéndola tan animada.
Ella sonrió ampliamente y respondió:
— Quiero organizar una reunión con mis amigas para celebrar mi cumpleaños número 88.
El hijo, enternecido al verla tan ilusionada, se apresuró a decir:
— ¡Yo te ayudo, mamá!
Quédate a descansar, yo me encargo de dejar todo listo para tu fiesta.
Horas más tarde, con mucho cariño y atención, preparó todo en la cocina. Para asegurarse de que su madre no olvidara ningún detalle, escribió unas instrucciones claras en una hoja de papel y la pegó en la puerta de la nevera: 1º- Servir café. 2º- Servir sándwiches. 3º- Servir zumo. 4º- Servir pastelitos.
Todo estaba preparado: la mesa ordenada, las tazas limpias, los bocadillos a mano.
Solo faltaba esperar a las invitadas. Cuando sonó el timbre, la señora Lola fue la primera en llegar a la puerta, recibiendo a sus amigas con un abrazo y palabras de bienvenida.
La reunión comenzó llena de risas, anécdotas y la alegría típica de una tarde entre viejas amigas.
Sin embargo, había un pequeño detalle… Cada vez que Lola miraba la nevera para recordar qué debía hacer, empezaba desde el primer punto: servir café.
Y así, durante toda la tarde, no hizo más que llenar las tazas una y otra vez.
— ¿Otro cafecito? -ofrecía con una sonrisa.
Y sus invitadas, un poco desconcertadas, aceptaban por cortesía.
Pasadas varias horas, cuando las señoras ya se disponían a marcharse, algunas comentaban entre ellas:
— ¿De qué Lola me hablas?
— ¡Tampoco sé quién eres tú!
Parecía que, entre olvidos y confusiones, la memoria ya había empezado a jugarles bromas a todas.
Mientras tanto, el hijo, curioso por saber cómo había salido todo, se acercó a la cocina.
Revisó el lugar y notó algo muy particular:
—¡Todo está intacto! -exclamó sorprendido-.
Por lo visto… solo les sirvió café. Sin embargo, la señora Lola, ajena a todo, suspiró al ver la casa vacía y comentó con tristeza:
— ¿Te puedes creer que las muy ingratas de mis amigas no vinieron?
Reflexión:
La vida pasa, la memoria se desvanece, los rostros se confunden… Por eso, no dejes para mañana el abrazo, la visita, la risa compartida. Reúnete ahora con quienes amas, mientras todavía pueden mirarse a los ojos y reconocerse. Hazlo hoy, antes de que sea demasiado tarde.


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