Un gran maestro espiritual, muy
conocido en todo el mundo por su gran santidad, habitaba en una cueva profunda.
Ahí se sentaba todo el día inmerso en profunda meditación y su pensamiento
siempre estaba dirigido al Señor.
Pero un día mientras el santo hombre
estaba haciendo su meditación, un ratón salió de la sombra y comenzó a
mordisquearle una de sus sandalias. El maestro espiritual abrió los ojos
enojadísimo, y le dijo:
- ¿Por qué me distraes durante la
meditación?
- Es que yo tengo hambre, le contestó
el ratón.
- Aléjate de aquí, le gritó el maestro
espiritual, ¿cómo se te ocurre
fastidiarme, precisamente mientras busco la unión con Dios?
- ¿Cómo logras la unión con Dios, si
ni siquiera logras ponerte de acuerdo conmigo?…, le contestó el ratón.
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