Viajaron en un viejo barco de vapor recluidos en su camarote durante todo el viaje para no malgastar sus pocos ahorros. Todas sus comidas consistían en pan y queso. La víspera del desembarco, el más pequeño de los hijos, un muchacho de nueve años, suplicó insistentemente a su padre que le dejara salir para comprarse una manzana, estaba ya enfermo de tanto pan y queso. El padre después de regañarle y, de mala gana, le dio una moneda para que subiera a cubierta y se comprara la manzana. Y le ordenó que volviera inmediatamente al camarote.
El muchacho salió, el tiempo pasaba y no regresaba, su padre preocupado por la tardanza fue en su búsqueda. Lo buscó en el comedor del barco y cual no fue su sorpresa al verle comiendo una cena suculenta. Pensando en el gasto, se indignó y empezó a echarle una reprimenda.
El muchacho se levantó y le dijo:
- Papá es todo gratis. Lo podíamos haber comido todos los días. La comida está incluida en el pasaje.
Como en la historia del pan y del queso, muchos cristianos corren el riesgo de encerrarse en sus devociones: sus rezos, sus novenas, su grupo… y no enterarse de que hay un alimento gratis y más importante para la vida cristiana que todas las devociones: El Cuerpo de Cristo.
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