martes, 23 de abril de 2019

Tal como había dicho

En el silencio de la noche, el toque de las campanas sobresaltó al discípulo, que corrió asustado a preguntar al maestro:
- “¿Qué es lo que pasa?”
- “Tranquilo, no es éste sonido para asustarse sino para alegrarse. En la iglesia celebran que, una noche como la de hoy, cuando todos dormían, JESÚS RESUCITÓ cumpliendo su promesa.
Desde entonces, ya es posible vencer las tinieblas, y el mal, y el dolor,… pues nada, ni siquiera la muerte, se resiste al poder de Dios. Desde entonces, la fuerza de la vida es inmensa, y el triunfo de Jesús absoluto.
¡Venga! ¡Hay que alegrarse y hay que anunciarlo!”
Mientras el maestro se preparaba para ir a la iglesia y unirse a la fiesta, el discípulo se retiró un momento, y rezó así:
- “Señor, el maestro acaba de explicarme lo de tu resurrección,
lo de que tu poder supera todo poder,
lo de que tu vida es más fuerte que toda muerte,
y que tengo que alegrarme por ello.
Y, en cambio, todavía no brinca mi alma.
Supongo que sea porque estoy acostumbrado a querer sólo evidencias;
por eso soy lento y de corazón terco para creer y comprender
lo que anuncian esas campanas.
Yo sigo sin comprender demasiado en qué cambia mi vida esta noticia.
Quizás Tú también me resucites de esta apatía en que vivo.
Yo, Jesús, dentro de mí, espero una resurrección:
salir de mi noche y unirme a tu victoria”.

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