Después de una elegante cena en una mansión de
Hollywood, un famoso artista entretenía a sus invitados recitando textos de
poetas. Al final de la velada aceptó una última petición. Un sacerdote mayor y
algo tímido le preguntó si sabía el salmo 22. Sí, lo conozco pero lo diré con
una condición que cuando yo termine lo diga usted también. El sacerdote se
asustó pero aceptó.
Cuando el actor terminó: "El Señor es mi
pastor nada me puede faltar"… los invitados aplaudieron a rabiar y luego
empezó el sacerdote. Éste dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo
aplausos, sólo un emocionado silencio y alguna lágrima en los ojos.
El actor se quedó en silencio unos minutos y después
se levantó:
- Señores y señoras, dijo, espero hayan comprendido
lo que acaba de pasar aquí esta noche. Yo conozco las palabras del salmo, pero
este sacerdote además conoce al pastor.
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