Queremos un día luminoso para buscar la luz del cielo
Una tierra firme y bien dispuesta en la que sembrar un futuro mejor.
¿Nos ayudarás en el surco, amigo? Préstanos tu arado;
Bien sabemos que, por ser de tal amo,
a la fuerza ha de ahondar regueros divinos
Déjanos tu calzado; Bien sabemos que, por calzar la humildad,
hemos de llegar hasta el final del tajo.
Como Tú, San Isidro, con los dos ojos labraremos la tierra:
Con uno mirando al cielo, para que Dios bendiga nuestro esfuerzo,
y con el otro, en la zanja, para que no nos falte el alimento.
Ayúdanos, San Isidro, a empujar con aliento divino
el arado sobre el duro suelo.
Hoy, como nunca, amigo labriego, necesitamos de tus manos
para saber guiar el timón de nuestra fe, de nuestro ser, vivir y trabajar.
Te pedimos que, ante Dios, hagas presente la oración
de este pueblo que, con espigas en sus manos,
oraciones en sus labios, con cestas de mimbres rebosando frutos,
vinos generosos o miel silvestre o pan recién sacado del horno
ama a Dios sobre todas las cosas
y proclama con la fe de nuestros padres:
¡Bendito sea el Señor que nos da la tierra
que nos devuelve el ciento por uno
cuando se la trata con mano humana y abono divino. Amén.
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