viernes, 17 de mayo de 2019

El saco de carbón


Historias de Luz y Sabiduría

Un día, Juanito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto.
Su padre, lo llamó y Juanito lo siguió, diciendo en forma irritada:
- Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo. ¡Tengo ganas de darle un buen puñetazo!
Su padre, un hombre sin estudios, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo que continuaba diciendo:
- Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló delante de mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que le entrara una enfermedad para que no pudiera ir más a la escuela.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, cogió un saco lleno de carbón, lo llevó hasta el final del jardín y le propuso:
- ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en este saco es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón hasta el último pedazo. Después ya volveré para ver como ha quedado.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los trozos de carbón, pero como el tendedor estaba lejos, pocos de ellos acertaron a la camisa.
Cuando, el padre regresó le preguntó:
- Hijo ¿qué tal te sientes?
- Cansado pero contento. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre cogió al niño de la mano y le dijo:
- Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
Lo colocó frente a un espejo que le permitía ver todo su cuerpo.... ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
- Hijo, como puedes observar, la camisa quedó un poco sucia, pero no es comparable a lo sucio que has quedado tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.
Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque se transforman en palabras.
Ten mucho cuidado con tus palabras porque se transforman en acciones.
Ten mucho cuidado con tus acciones porque se transforman en hábitos.
Ten mucho cuidado con tus hábitos porque moldean tu carácter.
Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.

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