viernes, 28 de junio de 2019

El Corazón de Cristo


             José Luis Martín Descalzo

Ésta es la historia del corazón más grande que ha latido en la tierra.
Un corazón de carne, como el nuestro, caliente.
Un corazón de hombre, diminuto y enorme, nacido de mujer, con carne y sangre humanas.
Allá en Belén, latía tan pequeñito y tierno como un recién nacido, pero algo ya tiraba de él y le abría hacia todos los hombres.
Fue desde aquel momento el más abierto corazón de este mundo, hecho para el amor y el amor sin fronteras. Pasó por los caminos gritando amor y fuego, acarició a los niños y se sintió a su lado feliz como uno de ellos. Los niños le entendieron. Corrían a su lado porque ellos son expertos en cuanto se refiere al corazón. Vivió treinta y tres años abierto por las calles, llevó sobre sus hombros las ovejas perdidas como un especialista en el arte de amar y perdonar.
Un día le llevaron ante un tribunal acusado de un horrible delito: haber amado desmesuradamente.
Aquello era excesivo, insoportable para cuantos nacieron con el corazón muerto. ¿Si un hombre puede amar de esa manera no quedaba en ridículo la gran tacañería del egoísmo humano?
Aquello no podía tolerarse: era reo de amor, reo de haber nacido con demasiado corazón.
Y hubo que matarle, no fuera contagioso.
Cuando subió a la cruz e inclinó la cabeza aún no se quedaron satisfechos: hurgaron con la lanza, investigaron qué misterio había en aquel corazón desmesurado y aún les respondió con sangre y agua, con amor y esperanza.
Le enterraron con miedo: sabían que aún después de muerto seguiría creciendo, y creciendo, y creciendo, repartiéndose a todos para ver si algún día había en el mundo corazón suficiente para todos.

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