Cierto día, el cardenal Wisseman discutía con
un filósofo utilitarista sobre la excelencia de Dios. A los contundentes y
clarísimos raciocinios del obispo respondía el filósofo con mucha flema:
- "No lo veo, yo no lo veo...".
Wisseman tuvo entonces un rasgo ingenioso.
Escribió en un papel la palabra "DIOS" y colocó encima una libra
esterlina. El materialista inglés abrió los ojos con sorpresa. Le dice el
obispo:
- ¿Qué ve usted?
- Una libra esterlina.
- ¿Nada más?
- Nada más.
Muy tranquilo entonces, Wisseman quitó la libra
esterlina y dijo a su compañero:
- ¿Y ahora, qué ve usted?
- Veo "DIOS".
- ¿Qué os impedía ver a Dios?
El filósofo utilitarista se calló como un
muerto.
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