jueves, 3 de noviembre de 2022

Pintando un techo

- Pero yo no soy pintor, Miguel Ángel protestó, soy escultor. Con el pincel he hecho muy poco y ¡quiere usted. que pinte mil metros cuadrados sobre un techo curvo!”
- Harás un magnífico trabajo, dijo el Papa. Mi arquitecto Bramante levantará el andamio.
El Papa era un hombre duro y no quería oír protestas. El Papa Julio II creía que el artista era capaz de hacer cualquier trabajo y le ordenó pintar el techo de la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel fue a casa con gran preocupación y desánimo. Era un hombre ambicioso pero el Papa le estaba pidiendo que hiciera un milagro. Si fracasaba, sus errores estarían permanentemente a la vista de todos. ¿Cómo iba a pintar mejor que los pintores?
Al rato volvió en sí. Aunque nunca había pintado un fresco y tendría que aprender la técnica, consideraba que estaba a su alcance. Se puso a trabajar. Bocetó su primera idea: los Doce Apóstoles y alguna decoración de relleno. Pero le parecía demasiado simple, el techo no iba a tener la riqueza que merecía; y obtuvo permiso para un plan más ambicioso.
Se puso manos a la obra el 10 de mayo de 1508. El tema elegido fueron nueve escenas del Génesis, rodeadas por los doce profetas, las sibilas y otras figuras. Todas enmarcadas en una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda. Los cuatro años y cinco meses de trabajos fueron una pesadilla técnica y de resistencia física –los ojos le quedaron severamente dañados por la pintura que le caía en la cara, al ejecutar gran parte de la obra tumbado sobre el andamio, y lo mismo le ocurrió en la espalda y el cuello.
El resultado, que se presentó al público el 31 de octubre de 1512, es deslumbrante.
Ahí no acabó la implicación de Miguel Ángel: años después, por encargo de otros Papas, aceptó pintar la pared del altar de la Capilla con otra obra colosal: El Juicio Final 1536-1541

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