Es la historia de dos hombres, Carlos y Juan, que marcharon a un país extranjero a
buscar trabajo. Cada uno fue en su coche con sus pertenencias pues pensaban
quedarse a vivir allí.
Mientras
iban de viaje, atravesaron una zona en obras y ambos pincharon una rueda del
coche. Ante tal desagradable situación, y como no sabían cambiar la rueda, Juan
optó por llamar a una grúa para que le ayudase a cambiar la rueda. Mientras,
Carlos sacó el gato, estudió la rueda y se puso manos a la obra para cambiarla
él mismo. Le costó bastante, pues era la primera vez que cambiaba una rueda,
pero poco a poco lo consiguió. Juan lo tuvo más fácil, esperó a la grúa, y el
técnico se la cambió. De una forma u otra, tardaron lo mismo en solucionar el
problema.
Siguieron
conduciendo y al cabo de unas horas, a ambos les pitó el indicador del aceite.
Como no sabían qué tenían que hacer, Juan llamó a un taller y esperó a que
llegase un técnico para que le ayudase. Mientras, Carlos abrió el libro de
mantenimiento del coche y entendió el problema que tenía y que se solucionaba
simplemente rellenando el motor con más aceite. Así que acudió a una
gasolinera, compró el aceite recomendado, lo añadió al coche y pudo reanudar la
marcha.
Así,
una y otra vez, mientras iban de camino, les surgieron muchos problemas y
averías. Pero mientras Juan recurría siempre a ayuda exterior para
solucionarlos, Carlos intentaba solucionar él mismo lo problemas y
curiosamente, con más o menos tiempo, siempre lo conseguía. Cuando llegaron al
país extranjero se pusieron a buscar un sitio donde trabajar y precisamente a
Carlos le contrataron enseguida en un taller mecánico, pues poco a poco,
salvando las vicisitudes del camino, se había convertido en un buen mecánico.
“No saltes las situaciones, atraviésalas”. Cada situación de nuestra vida nos ayuda a aprender. Debemos ver los problemas como posibilidades de ir creciendo poco a poco. La vida está para ser vivida, ¡atravesémosla!
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