Pues resulta que Dios no cierra por vacaciones.
Menos mal.
Y es que, aunque, ahora estemos en verano y cambiemos de actividad,
de ritmo, y toque frenar y quizás descansar,
las cosas de Dios no se interrumpen.
Sigue la fe, y el amor.
Sigue el Reino, y la paz, el perdón, y la Vida.
Y así tiene que ser...
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