Hace mucho tiempo, cerca del pueblo de Belén, había un niño cuya familia era muy pobre. Su ropa no era elegante. En ocasiones sentía hambre, porque no tenía suficiente comida. Pero el niño poseía algo que le alegraba la vida. Tenía un tambor que había pertenecido a su padre. Muchos años atrás, cuando su abuelo era joven, un grupo de músicos viajeros había llegado al pequeño pueblo. Los músicos le dieron el tambor a su abuelo.
Cuando el niño tuvo edad suficiente, le enseñaron a tocarlo: ¡ropo-pon-pon! Entonces el tambor fue suyo.
Se pasaba tocando el tambor todo el día por el pueblo. Los demás niños lo seguían, marchando y cantando mientras él tocaba. En ocasiones, ¡hasta los animales se unían al desfile!
El niño tocaba el tambor tan seguido y tan bien que la gente del pueblo comenzó a llamarlo el ‘Niño del Tambor’. Siempre sonreían cuando lo escuchaban tocar y cantar. “Ropo-pon-pon, yo y mi tambor”.
También al pueblo del niño del tambor llegó la noticia del nacimiento del niño Jesús. Todos hablaban sobre el niño Jesús y querían llevarle regalos. El Niño del Tambor escuchó esto y pensó. "Yo también quiero ver a Jesús. ¿Pero qué podría llevarle de regalo?"
Esa noche, cuando se dirigía a Belén, vio algo sorprendente. Se encontró con tres Magos, cuyos camellos iban cargados con pesadas alforjas. Los Magos estaban vestidos con la ropa más fina que el niño había visto. ¿También iban a ver al bebé Jesús?
El Niño del Tambor escuchó mientras los seguía: "Esa es la estrella que seguimos", dijo uno. "Esa brillante estrella nos ha guiado a través de muchas noches. Mirad se ha parado en aquel establo."
Los tres Magos colocaron sus regalos junto al pesebre y dijeron: "Hemos seguido la estrella desde muy lejos, para ver al bebé recién nacido."
El Niño del Tambor vio los hermosos regalos que los reyes habían llevado. "Oh, ¿qué puedo hacer?, pensó. ¡Yo no tengo nada para regalarle!", bajó la cabeza y empezó a alejarse.
Entonces vio el tambor a su lado. Y dijo: “ya sé que puedo regalarle. ¡Cantaré y tocaré mi tambor para el niño Jesús!” Y comenzó a cantar suavemente en una esquina del establo: “El camino que lleva a Belén baja hasta el valle que la nieve cubrió, los pastorcillos quieren ver a su rey le traen regalos en su humilde zurrón. Ropo-pon-pon, ropo-pon-pon. Ha nacido en un portal de Belén el niño Dios”.
Cuando el Niño del Tambor comenzó a tocar y cantar, la gente se hizo a un lado para dejarlo pasar. Conforme se acercaba al pesebre seguía cantando: “Yo quisiera poner a tus pies algún presente que te agrade, Señor, mas tú ya sabes que soy pobre también y no poseo más que un viejo tambor, ropo-pon-pon, ropo-pon-pon. En tu honor frente al portal tocaré con mi tambor”.
María se dio cuenta de que el pobre niño del tambor les estaba dando un regalo, el mejor regalo que tenía. Era un regalo de amor. Ella sonrió y asintió con la cabeza para que continuara su canción.
“El camino que lleva a Belén yo voy marcando con mi viejo tambor. Nada mejor hay que yo te pueda ofrecer, su ronco acento es un canto de amor ropo-pon-pon, ropo-pon-pon. Cuando Dios me vio tocando ante él, ¡me sonrió!
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