Prejuicios
Por lo general, la realidad no
es lo que es, sino lo que nosotros hemos decidido que sea:
Una
viejecita judía ocupa su asiento en un avión, junto a un enorme sueco al que se
queda mirando fijamente. Luego, dirigiéndose a él, le dice:
- «Perdone,
señor... ¿es usted judío?».
-
«No», le responde el sueco.
Pocos
minutos más tarde, ella vuelve a insistir:
-
«¿Podría usted decirme, y perdone la molestia, si es usted judío?».
- «¡Le
aseguro a usted que no!», responde él.
Ella
se queda escudriñándole durante unos minutos y vuelve a la carga:
-
«Habría jurado que era usted judío...».
Para
acabar con tan enojosa situación, el hombre le dice a la anciana:
-
«¡Está bien; sí, soy judío!».
Ella
vuelve a mirarle, sacude su cabeza y dice:
-
«Pues la verdad es, que no lo parece».
Primero sacamos nuestras
conclusiones... y luego hallamos la forma de llegar a ellas.
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