Hay una casa en mis sueños que es casa solariega
con mucha historia, espaciosa, bien asentada y acogedora.
Está abierta a cualquiera que pasa y detiene su marcha
para compartir lo que lleva en su alforja y en su alma.
Es casa con umbral ventanas y limpia, que ofrece siempre
descanso y paz, diálogo, alimento y fresca agua.
Tiene muchas estancias, muy diversas y bien preparadas,
pues está pensada con amor
para hijos e hijas diferentes que andan errantes.
Dicen los más ancianos que su hacedor y Señor
marchó, a otros lares a abrir nuevos horizontes,
y nos dejó su casa solariega para ser felices.
Hoy día parece estar fuera de los caminos
que frecuentan la mayoría de los hombres y mujeres,
poco atractiva y necesitada de gran reforma.
Pero dicen los que cuentan historias,
que quienes entran en ella desnudos y sin prejuicios,
a pesar de las apariencias,
tarde o temprano, vuelven y se aposentan.
Hay una casa en mis sueños, Señor,
que es tu casa solariega,
que me atrae y emociona con su historia,
con sus inquilinos y sus celebraciones.
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