martes, 4 de agosto de 2020

¿Cuánto pesa una Misa?


Hace muchos años, en la ciudad de Luxemburgo, un capitán conversaba con un carnicero cuando una señora mayor entró en la carnicería. Ella le explicó que necesitaba un poco de carne, pero que no tenía dinero para pagarle.
Mientras tanto, el capitán escuchaba la conversación entre los dos, “o sea que quiere un poco de carne, ¿pero cuánto me va a pagar?”, le dijo el carnicero. La señora le respondió: “no tengo dinero, pero iré a misa y rezaré por sus intenciones”. El carnicero y el capitán eran buenas personas pero indiferentes a la religión y bromearon sobre la respuesta de la señora.
“Vaya a misa por mí y cuando vuelva le daré tanta carne como pese la misa”, le dijo el carnicero.
La mujer salió y fue a misa. Cuando el carnicero la vio entrar cogió un pedazo de papel y escribió “ha ido a misa por mi”, y lo puso en uno de los platos de balanza y en el otro colocó un pequeño hueso. Nada sucedió y cambió el hueso por un trozo de carne. El papel pesaba más.
Los dos hombres comenzaron a extrañarse de lo sucedido. Colocó un gran pedazo de carne en uno de los platos de la balanza, pero el papel siguió pesando más.
El carnicero revisó la balanza, pero todo estaba en perfecto estado. “¿Qué es lo que quiere buena mujer, es necesario que le dé una pierna entera de cerdo? preguntó. Mientras hablaba, colocó una pierna entera de cerdo en la balanza pero el papel seguía pesando más.
Fue tal la impresión que se llevó el carnicero que se convirtió y le prometió a la mujer que todos los días le daría carne sin costo alguno.
El capitán salió de la carnicería completamente transformado y se convirtió en un fiel asistente a la misa diaria. Dos de sus hijos se harían más tarde sacerdotes. El capitán los educó de acuerdo a su propia experiencia de fe.
El P. Sebastián, que fue el que me lo contó, acabó diciéndome: “Yo soy uno de esos dos sacerdotes y el capitán era mi padre”.

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