A ti, Señor, clamamos con todos los hombres de buena voluntad
y pedimos nos envíes el don de la libertad.
Líbranos de los ídolos que nos imponen:
de la televisión, de los negocios, de la apariencia y el consumo,
de los tópicos, de las modas, de las caretas.
Ayúdanos a seguir la libertad de Jesús que está con los mendigos y los pecadores,
que expulsa a los usureros del templo y llama raza de víboras a los farsantes.
Empújanos a conquistar nuestra libertad desde el Evangelio.
Sabemos que sólo la verdad nos hace libres:
sólo cuando reconocemos nuestra pobreza
y ponemos toda nuestra confianza en el Señor.
Queremos asumir el reto de ser libres para poder liberar a otros
en una sociedad donde se margina a todo el que busca caminos nuevos.
La libertad de la selva no es libertad, es rivalidad, explotación y egoísmo.
No queremos la libertad individualista, no la del más fuerte,
sino la que nos hace hermanos y levanta la justicia.
Queremos que nuestra libertad sirva para liberar a otros
y esté comprometida en buscar la igualdad de los derechos,
de la cultura, del trabajo digno, para todos.
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