martes, 28 de marzo de 2017

El precio de un milagro


"Historias de Luz y Sabiduría"
 
Tess era una niña precoz de 8 años. Un día escuchó a su madre y a su padre hablar acerca de su hermanito Andrés. Ella sólo sabía que su hermano estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero. Planeaban mudarse a una zona de apartamentos al mes siguiente porque su padre no tenía el dinero para pagar las facturas médicas y la hipoteca de la casa. Sólo una operación costosísima podría salvar a Andrés. Escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo pero no lo conseguía. Su padre le dijo a su madre, que tenía los ojos llenos de lágrimas, sólo un milagro puede salvarlo.
Tess fue a su cuarto y sacó un frasco que mantenía escondido. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Lo contó una segunda vez, la tercera... La cantidad tenía que ser perfecta. No había margen para errores. Luego colocó todas las monedas en el frasco nuevamente, lo tapó y salió por la puerta trasera y caminó hasta la farmacia que tenía un jefe indio color rojo en el marco de la puerta. Esperó pacientemente su turno. El farmacéutico parecía muy ocupado y no le prestaba atención.
Tess movió su pie haciendo ruido. Nada. Tosió fuerte. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador.
- ¿Qué deseas?, le preguntó el farmacéutico en un tono bastante desagradable. Y le dijo sin esperar respuesta: Estoy hablando con mi hermano que acaba de llegar de Chicago y hace años que no lo he visto.
- Bueno, yo quiero hablarle acerca de mi hermano, le contestó Tess en el mismo tono que usó el farmacéutico. Está muy enfermo y quiero comprar un milagro.
- ¿Qué dices? dijo el farmacéutico.
- Su nombre es Andrés, tiene algo creciéndole dentro de la cabeza y mi padre dice que sólo un milagro lo puede salvar. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?
- Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento pero no te puedo ayudar, le contestó el farmacéutico, ahora en un tono más dulce.
- Mire, yo tengo el dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta.
El hermano del farmacéutico era un hombre elegante. Se inclinó y le preguntó a la niña:
- ¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?
- No lo sé, contestó Tess con los ojos llorosos, sólo sé que está muy enfermo y mi mami dice que necesita una operación. Pero mi papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero para ayudar a mi hermanito.
- ¿Cuánto dinero tienes?, le preguntó el hombre de Chicago.
- Un dólar con once centavos, contestó Tess en una voz que casi no se entendió. Es todo el dinero que tengo pero puedo conseguir más si lo necesita.
- Pues qué coincidencia, dijo el hombre sonriendo, un dólar con once centavos, justo el precio de un milagro para hermanos menores.
Tomó el dinero en una mano y con la otra cogió a la niña del brazo y le dijo:
- Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si yo tengo el milagro que tú necesitas.
Ese hombre de buena apariencia era un cirujano especialista en neurocirugía.
La operación se efectuó sin cargos y en poco tiempo Andrés estaba de vuelta a casa y con buena salud. Los padres de Tess hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta.
- Esa cirugía, dijo su madre, fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habría costado.
Tess sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro, un dólar con once centavos más la fe de una pequeña.

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