Isidro Lozano
Limpia
mis ojos, Señor:
pon
tu mano sobre mi mirada para que despierte de mi ceguera.
Confundo
la verdad con mis propias verdades,
tu
voluntad con mis oportunos caprichos.
Quiero
ver, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para
que aprenda a vivir
como
canta el pájaro sin saber que canta
o
como juega el niño sin saber que juega.
Que
no me conforme con lo puramente externo
con
descubrir que, cada día, me regalas la luz que necesito.
Que
contemple las maravillas del mundo
pero
que lo haga con ojos agradecidos,
porque,
a veces, pienso que todo lo que me rodea
es
obra exclusiva de la invención del hombre
o
un producto de mi propia conquista.
Quiero
ver, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para
que aprenda a vivir
como
canta el pájaro sin saber que canta
o
como juega el niño sin saber que juega.
Que
sepa descubrirte, Señor, como lo más importante.
Que
no me falle, hoy ni nunca, la mirada de la fe
que
es capaz de llegar adonde el ojo humano no alcanza,
una
mirada profunda para sentirte y reconocerte como “el Señor”.
Ayúdame,
Señor, a creer en ti, a esperar en ti
sin
condiciones, sin pruebas, sin exigencias.
Ayúdame,
Señor, a verte por encima de toda apariencia
y
por encima de todos los engaños de mi fabricada ceguera.
Que
vea, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para
que aprenda a vivir
como
canta el pájaro sin saber que canta
o
como juega el niño sin saber que juega.
¡Enséñame a ver, Señor, con la profundidad de tu
mirada!
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