Héctor Muñoz
¡Padre
nuestro! Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”,
que casi lo
hago sin darme cuenta.
Sin embargo... cuando lo pienso más en serio, tiemblo un poco.
Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo...
Sin embargo... cuando lo pienso más en serio, tiemblo un poco.
Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo...
Y el hijo
tiene la carne y la sangre del padre.
Hoy te pido, Padre mío (y Padre de tantos de tantos hermanos míos),
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser
Hoy te pido, Padre mío (y Padre de tantos de tantos hermanos míos),
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser
el que
engendraste para que te ame y para ser amado por Ti.
¡Padre nuestro! ¡Padre de Cristo!
¡Padre nuestro! ¡Padre de Cristo!
Que nunca deje
de recordar la misericordia que nos mostraste en Jesús.
No permitas que abandone nunca tu casa.
Si estoy lejos de ella (por tantas locuras, maldades y tonterías),
dame fuerzas para volver ahora mismo:
¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos!
Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo,
dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos
y recibirlos
en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!
No permitas que abandone nunca tu casa.
Si estoy lejos de ella (por tantas locuras, maldades y tonterías),
dame fuerzas para volver ahora mismo:
¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos!
Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo,
dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario