jueves, 25 de enero de 2018

Florece donde estés

Una joven pareja se mudó a otra ciudad, lejos de la familia y los amigos. Llegó la mudanza, la pareja desembaló sus pertenencias y el marido empezó a trabajar a la semana siguiente. Todos los días al llegar a su casa, su esposa lo recibía en la puerta con una nueva queja:
- “Aquí hace mucho calor”;  “Los vecinos no son amigables”;  “La casa es muy pequeña”;  “Los niños me están volviendo loca”.
Y cada tarde, su esposo la abrazaba mientras escuchaba sus comentarios negativos. Lo siento, le decía, ¿qué puedo hacer para ayudarte? Su esposa se calmaba y se secaba las lágrimas, pero empezaba con lo mismo al día siguiente.
Una tarde, su marido llegó a su casa con una hermosa planta con flores. Encontró un sitio apropiado en el jardín y la plantó.
- “Querida, le dijo, cada vez que te sientas triste, sal al jardín. Imagina que eres esa plantita, y mira como crece en tu jardín”.
Cada semana traía a casa un árbol nuevo, o rosales, o plantas y las plantaba en el jardín. Su esposa cortó algunas flores y se las llevó a una vecina. Cada mañana regaba el jardín y observaba el crecimiento de las plantas. También creció la amistad con otras mujeres de las casas vecinas y le pidieron consejo con sus jardines. Muy pronto, también le estaban pidiendo consejo espiritual. Al finalizar el año siguiente, el jardín de esta pareja era el jardín más hermoso de todo el barrio, y era visitado por todas las personas vecinas que encontraban allí un espacio de sosiego y paz interior.

Dios Padre sabe que todos tenemos que aprender a florecer en el lugar en el cual hemos sido trasplantados. Con su sabio toque de amor, no sólo vamos a florecer sino que vamos a producir continuamente el fruto del amor, la ternura y el estar contentos.

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