Paulo Coelho
Nasrudin
vio a un hombre sentado a la orilla de un camino, con aire de absoluta
desolación.
- ¿Qué
es lo que le preocupa? -quiso saber.
-
Amigo mío, no encuentro nada interesante en esta vida. Tengo suficiente dinero
como para no tener que trabajar, y estaba viajando para ver si encontraba
alguna cosa curiosa en este mundo. Sin embargo, todas las personas que me he
ido encontrando no me han enseñado nada nuevo, logrando que mi apatía se haga
más aguda. En fin: puedo decir sin ningún miedo que, a pesar de todo lo que he
hecho, no he conseguido encontrar la paz que buscaba.
En ese
mismo instante, Nasrudin agarró la maleta del hombre y salió corriendo por el
camino. Como conocía la región, rápidamente consiguió distanciarse cortando por
algunos atajos a través de los campos y las colinas.
Cuando
se alejó lo suficiente, dejó otra vez la maleta en mitad del camino por donde
el viajero acabaría pasando, y se escondió detrás de una roca. Media hora
después apareció el hombre, que se sentía más miserable que nunca por haberse
cruzado con aquel ladrón.
Nada
más divisar la maleta, corrió hasta ella y la abrió, sin aliento. Al comprobar
que su contenido estaba intacto, miró al cielo lleno de alegría, y le dio
gracias al Señor por estar vivo.
“Algunas
personas sólo entienden el sabor de la felicidad cuando consiguen perderla”,
pensó Nasrudin, espiando la escena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario