sábado, 4 de agosto de 2018

Dejar secar la ira

Mariana se puso feliz por haber ganado un juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues iba a salir con su madre a la ciudad. Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían. Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió dejarle el regalo insistiendo en que tuviera cuidado con aquel juguete tan especial.
Al volver de la ciudad, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá:
- ¿Has visto, mamá, lo que ha hecho Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo ha estropeado todo y lo ha dejado tirado en el suelo".
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
- Hija, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de barro tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero la abuelita no te dejó. ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela?
- Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha.
- Así es hijita, con la ira pasa lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo.
Mariana no entendía muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y se fue a ver la televisión. Un rato después sonó el timbre de la puerta... Era Julia, con una caja en las manos y sin más ella dijo:
- Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta? Vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero él se enfadó y tiró el regalo que me habías prestado. Cuando se lo conté a mi madre ella, preocupada, me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enfadada conmigo. No fue mi culpa!
-  ¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó!
Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la cogió de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de barro.

Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como realmente son. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta ante una situación difícil. Recuérdalo siempre: ¡Deja secar la ira!

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