martes, 18 de febrero de 2020

El león y el ratón


Como cada tarde, el león duerme la siesta. No soporta que nadie le moleste mientras lo hace. Pero hoy, un ratón travieso se le pasea por encima de la barriga. El león se despierta:
- Grrrr... ¿Quién osa despertarme? -ruge el león
- Oh, perdona, rey de la selva, yo... -contesta el ratón.
- ¿Acaso no sabes que cuando me despiertan tengo un hambre terrible? -amenaza el león. Soy capaz de comerme lo primero que se me ponga por delante.
- No me comas, por favor. No quería molestarte. Déjame ir. Quizá algún día pueda serte útil -dice el ratón asustado.
- ¿Tú? No hay nadie más fuerte que yo. ¿Cómo va a ayudarme alguien tan pequeño como tú? Anda, vete y no me molestes más.
- Pasados unos días, el león sale de caza para pasar el rato. Ve una cebra y la persigue. Pero, de repente, cae dentro de una trampa de la que no puede salir.
- ¡Qué torpe he sido! ¡He caído en la trampa de un cazador!
- ¿El cazador cazado? -dice una voz aguda desde fuera.
- ¿Quién es? -dice el león.
- Soy el ratón ¿Quieres que te ayude?
- ¿Y cómo me puedes ayudar a salir de aquí?
- Puedo roer las cuerdas y liberarte -contesta el ratón.
Y dicho y hecho. El ratón empieza a roer las cuerdas que atrapan al rey de la selva hasta que consigue liberarlo.
- ¡Ya está! ¡Eres libre! -dice el ratón.
El rey de la selva sale de la red y da las gracias a su compañero.
- Ahora sé que no soy tan fuerte como pensaba. Me has salvado utilizando tan sólo tus pequeños dientes. ¡Gracias amigo!

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