Había una exposición
de pinturas en una gran ciudad. Como sucede en esas exposiciones, hay muchos
que van para pasar por entendidos en arte o para exhibirse. En la antesala de
la exposición a la que nos referimos, habían colocado un gran espejo, tal vez para
ayudar a los visitantes a arreglarse después de haber caminado por las agitadas
calles. Uno de los primeros visitantes fue una señora bien vestida y muy
maquillada. Al encontrarse de frente con el gran espejo, se llenó de
indignación y comenzó a protestar:
– ¡Mirad eso!
¡Ya se ve por la muestra, que tipo de exposición va a ser esta. Mirad ese
fantasma, ese espantajo en el cuadro!
Cuando le dijeron
que aquello era simplemente un espejo, se llenó de vergüenza. Pero ya era
tarde. El engaño se explica: Después de cierta edad, la mujer había dejado de
mirarse al espejo.
Quien pasa mucho tiempo sin hacer una revisión
de vida, es como el que pasa años enteros sin mirarse al espejo. Cuando lo hace,
no se reconoce. ¿Acostumbras pensar en tu vida, o sólo en la de los demás?
A veces hace falta detenerse un poco para
que la gente se ubique, comparar los relojes, corregir el rumbo.
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