Cuando Juan
pasaba por la calle, muchos lo señalaban diciendo: Mira el loco. Él llamaba
también la atención por su extraña manera de ser santo…
Un día, las
iglesias de Granada comenzaron a tocar las campanas desesperadamente, pues,
alguna calamidad había ocurrido. El hospital se estaba incendiando. Vino gente
de todas partes con cubos de agua, pero nadie tenía el valor de entrar al
hospital para sacar a los enfermos. Ya el fuego estaba bloqueando las puertas y
sofocando a los pacientes.
Entonces,
apareció repentinamente un hombre que se abrió paso en medio de la multitud.
- ¡Es el loco! Sujétenlo.
Se quiere tirar al fuego.
Antes de que
nadie pudiera detenerlo, atravesó la puerta del hospital, poniendo en riesgo su
vida, y empezó a sacar rápidamente a los enfermos. Los menos graves bajaban por
las ventanas. A los otros, él los cargaba en sus espaldas. Su ropa, sus
cabellos, sus cejas, todo él estaba chamuscado por el fuego. Solamente abandonó
el edificio cuando ya no quedaba nadie más que salvar. Completamente exhausto y
medio asfixiado, Juan atravesó la multitud que estaba atónita ante tanto
heroísmo. Quería escapar, pero cientos y cientos de manos lo aclamaban:
- ¡Mira el
santo!…
San Juan de
Dios es uno de los santos más desconcertantes de la historia.
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