lunes, 13 de julio de 2020

La ley del amor

José María Rodríguez Olaizola, sj

La ley, sí, pero ¿qué ley?
No la del puro que observa, desde una barrera de cumplimientos,
a los equivocados, los perdidos, los transgresores.
No la de quien agarra la piedra y lapida al culpable
en nombre de un Dios cruel.
No la de la virtud jactanciosa, o el discurso hipócrita.
No la de la brizna en el ojo ajeno, ni la del ego desmesurado.
No la que esclaviza y no libera. No la de credos impuestos.
¿La que se cumple por miedo? ¡No!
La del amor. Solo esa.
Que se conmueve, arde, celebra y lucha;
que tiende los brazos, que entiende las caídas,
que aspira a todo desde el saberse poco.
La de la entraña estremecida ante el misterio del prójimo.
La del sollozo compasivo que no renuncia a la esperanza.
La que sostiene la vida sin conformarse con menos.
La de la risa sincera. La de vaciarse hasta la última gota.
Y vivir. Y morir. Y resucitar. Esa ley.

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