lunes, 30 de octubre de 2017

El violinista del Metro

Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a  tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45  minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante ese tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.
Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un  hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había  una persona tocando música. 
Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer  arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.
Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar,  pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.
Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del  brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre  logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volviendo su cabeza para  mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.
En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se  detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El  violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio,  nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.
Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores  músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron  alguna vez, en un violín tasado en 3,5 millones de dólares. Dos días antes  de su actuación en el metro, Bell llenó un teatro en Boston, con  localidades que costaban los 100 dólares.

Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el  metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un  experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las  personas. La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla?  ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

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