jueves, 19 de octubre de 2017

La fuerza de la mariposa

Un hombre halló el capullo de una mariposa en el árbol de su terraza. Cada día lo observaba detenidamente, hasta que un día, surgió un pequeño agujero. Se sentó y observó cómo la mariposa luchaba durante varias horas para forzar el paso de su cuerpo a través de ese estrecho agujero. Entonces le pareció que la situación se había estancado y ya no había progreso. Parecía como si la mariposa se hubiera quedado sin fuerza y no le era posible continuar. Así que el hombre decidió ayudarla. Cogió unas tijeras y cortó el resto del capullo. La mariposa salió con facilidad. 
Tenía el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas. El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que sus alas se abrieran en cualquier momento y su cuerpo se contrajera al momento. Nada de eso ocurrió. De hecho, la mariposa pasó el resto de sus días arrastrándose con el cuerpo hinchado y unas alas pequeñas y arrugadas. Nunca pudo volar.
Lo que el hombre no había entendido, en su ayuda amable y precipitada, es que ese capullo tan sofocador y la fuerza que la mariposa tenía que hacer para poder pasar por tan estrecha apertura eran el modo divino de forzar la salida de fluidos desde el cuerpo a las alas para que ésta fuera capaz de volar una vez que se librara del capullo.
A veces el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos en nuestra vida. Si Dios permitiera que viviéramos sin obstáculos podría ser terrible para nosotros. No seríamos tan fuertes como debiéramos. Jamás podríamos volar.

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