miércoles, 3 de agosto de 2022

El inventario de las cosas perdidas

Hace unos días me llegó este mensaje por el correo electrónico:
“Aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de su vida. Me aproximé y le dije:
– ¡Buen día, abuelo!
Él siguió en silencio. Me senté junto a su sillón y después  exclamó:
– ¡Hoy es día de inventario, hijo!
– ¿Inventario? – pregunté sorprendido.
– Si… ¡El inventario de las cosas perdidas! – me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió:
– En el lugar de donde yo vengo las montañas rompen el cielo como monstruosos gigantes. Siempre tuve deseos de escalar la más alta, nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi pereza. Recuerdo también a Mara, aquella chica que ame en silencio durante cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¿Sabes? También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!
Luego, su mirada se hundió aun más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó:
– En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije: «Te amo».
Después de un breve silencio, mirándome a los ojos me dijo: ,
– Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.
Y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido:
– ¿Sabes qué he descubierto en estos días?
– ¿Qué, abuelo?
Aguardó unos segundos y no contestó. Sólo me interrogó nuevamente:
– ¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?
La pregunta me sorprendió y sólo atine a decir, con inseguridad:
– No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez?
El movía su cabeza diciendo 'no'. Me miró fijamente, como marcando el momento y en tono grave y firme me señaló:
– El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
A los dos días regresé temprano a casa, después del entierro del abuelo, para realizar de manera urgente mi propio inventario de las cosas perdidas. 

El expresarnos nos deja muchas satisfacciones, así que no tengas miedo, y procura hacer lo que sabes que es bueno… antes de que sea demasiado tarde. Dile a esa persona: «Te amo, perdóname, me equivoqué”.
Dile a Él: “Me arrepiento, Señor, por favor perdóname».

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