viernes, 7 de abril de 2017

La Anciana Mendiga

En la época de Buda vivió una anciana. Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo. Así pues, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita.
Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada. Sin embargo, al saber que quería el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras le expresaba este deseo:
– No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, suplico ser bendecida con la lámpara de la sabiduría. Que yo pueda liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todas sus oscuridades y conducirlos a la iluminación.
A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las demás lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó el discípulo de Buda para retirarlas. Al ver que aquella todavía estaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: ‘No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante el día’, y trató de apagarla de un soplo. Pero la lámpara continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo:
– ¿Quieres apagar esa lámpara? No podrás. No podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla.
– ¿Por qué no?
– Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.

Es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos. Shantideva dijo: "Toda la dicha que hay en este mundo, toda proviene de desear que los demás sean felices; Y todo el sufrimiento que hay en este mundo, todo proviene de desear ser feliz yo”

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