viernes, 8 de septiembre de 2017

El rito de los indios cherokes

Cuando un niño empieza su adolescencia, su padre lo lleva al bosque, le venda los ojos y se va dejándolo solo.
El muchacho tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche y no puede quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillan de nuevo en la mañana. No puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive esa noche, él ya es un hombre. No puede hablar con los otros muchachos sobre esta experiencia, pues cada chico debe entrar en la adultez por su cuenta.
El chico, lógicamente, está aterrorizado. Puede oír toda clase de ruidos... Bestias salvajes que rondan a su alrededor, lobos que aúllan, Quizás algún humano que puede hacerle daño.
Escucha el viento soplar y la hierba crujir, sentado estoicamente en el tronco, sin quitarse la venda. Esa es la única manera en que puede llegar a ser un adulto.
Por último, después de esa horrible noche, aparece el sol. El muchacho se quita la venda... Entonces es cuando descubre a su padre sentado junto a él. Su padre no se ha ido, ha velado toda la noche en silencio, sentado en un tronco para proteger a su hijo del peligro sin que él se dé cuenta.

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