Una pata muy
maternal y paciente puso una docena de huevos. Soñaba con su nueva familia.
El amor la llenó
de fiebre y comenzó a pasar largas jornadas, con sus días y sus noches, empollando
paciente su esperanza. En uno de sus breves descansos, corrió hasta la cercana
laguna, para refrescarse con un rápido baño. Y fue tan mala su suerte, que fue
descubierta por un zorro que acechaba hambriento. Y el zorro se la comió.
Una gallina muy
maternal, culeca y desposeída de sus huevos, se sintió dolida ante la
desgracia. Y decidió hacerse cargo del nido, donde doce huerfanitos dormían todavía
en sus cascarones.
Y cubrió con su
calor de madre el nido abandonado.
Pasaron los días,
y entre sus plumas comenzó a moverse la vida. Doce patitos, hijos adoptivos de
mamá gallina, comenzaron a caminar por el campo. A veces como una cinta
amarillenta detrás de la madre adoptiva y, otras, como un remolino de hojas
secas, llevadas por el viento.
En una jornada
de intenso calor, mamá gallina sintió sed. Y se encaminó con su familia hacia la
cercana laguna, para beber.
Pero, ¡qué mal
rato pasó! ¡Qué susto terrible! ¡Qué disgusto! Porque en cuanto los doce huerfanitos
descubrieron el agua, se arrojaron a ella, ¡felices! Flotaban como copos de algodón
amarillento.
Mamá gallina
olvidó su sed. Abrió las alas. Cacareó desesperadamente. Los llamó con
insistente cloqueo. Pero, ¡nada! los doce patitos se internaban aguas adentro,
como una flota de barquitos de juguete, llevada por el viento. ¡Seguros! ¡Felices!
Mamá gallina siguió en su desesperado cloqueo. Volvió a cacarear con toda su
fuerza.
Ante lo inútil
de todas sus llamadas intentó arrojarse al agua, para salvar a sus hijos
adoptivos. ¡Imposible! Sintió que las aguas amenazaban su vida. Retrocedió y
sacudió sus plumas en la orilla.
Esto la convenció
más hondamente del peligro que corrían sus hijos en las aguas. Y cacareó una
vez más, desesperadamente.
Y llegó corriendo
el gallo.
- ¿Qué sucede?,
preguntó, asumiendo su responsabilidad de jefe.
- ¿No ves?,
respondió mamá gallina, mirando absorta la flota lejana.
El gallo miró
detenidamente a los felices patitos flotar sobre el agua tranquila. Después
dijo resignadamente, para sí y a mamá gallina:
- Estos no
parecen hijos nuestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario