lunes, 5 de julio de 2021

El laúd

Hace mucho, mucho tiempo, en la antigua China, había un gran valle.
Y en medio de ese valle, a la vera de un río, había un gran árbol, el más hermoso que nunca haya existido.
Un día, un poderoso mago que pasaba por allí se quedó impresionado al ver el majestuoso árbol.
Le pareció una pena que ese árbol tuviera que morir y desaparecer algún día. Así que, con la fuerza de su magia, lo convirtió en un maravilloso laúd.
Y allí permaneció el laúd durante mucho tiempo, hasta que un pastor que pasaba por allí lo vio y pensó que era un instrumento digno del Emperador.
Y dicho y hecho, se dirigió a palacio y se lo ofreció con toda humildad.
El Emperador nunca había visto un objeto tan bello, y pensó: “Si es tan bello, su sonido tiene que ser insuperable”.
Intentó hacerlo sonar, pero no consiguió arrancarle ni una sola nota.
Llamó a los mejores músicos del Imperio, pero ninguno consiguió una sola nota.
El consejero principal, al ver al Emperador abatido, le contó que había un sabio que vivía en medio de las montañas, y que tenía fama de poder hacer milagros.
El Emperador mandó mensajeros para pedir ayuda al sabio, y éste se presentó en la corte.
Sin decir palabra, vio el laúd, se sentó a su lado y comenzó a hablarle en voz baja.
En ese momento, se empezó a oír en palacio la música más maravillosa que se pueda imaginar. Las notas fluían entre las cuerdas del laúd.
Una vez que la música paró, el Emperador preguntó al sabio:
- ¿Cómo es que tú has sido capaz de tener éxito donde los mejores músicos han fracasado? ¿Qué le has dicho?
A lo que el sabio contestó:
- Le hablé del gran valle, del río que besaba sus raíces, de los pájaros que cantaban en sus ramas y de la luna que le ama.
Sobran las explicaciones, pero si crees que no tienes talentos o capacidades, es que no has mirado bien.

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