José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Por el paso del tiempo en nuestras
vidas, que se convierta más en escuela que
en amenaza, y nos haga más sabios, más sensatos, más humanos.
Por la gente
con la que compartimos la vida, los que estuvieron algún día, aunque
ahora ya no estén o estén lejos; por los que están hoy, que sepamos cuidar unos
de otros. Quizás hoy, en algún lugar del mundo, hay alguien que en el futuro se
va a convertir en importante para ti, una amistad que aún no ha empezado, una
historia de amor que ahora es solo promesa. Y, sin saberlo, vuestros pasos ya
se van acercando. Brindemos también por ello.
Por las palabras.
Por su valor. Que cuando digamos «te quiero» no sea solo una forma de hablar.
Si proclamamos el evangelio, que sea vida. Si hablamos de los pobres, o los
frágiles, que no sea como un eslogan lejano, sino con el corazón lleno de
rostros y nombres
Un brindis también ante el espejo.
Mirándote a ti mismo, como viejo amigo, camarada, inevitable compañero de
viaje. Ese ‘yo’ que a veces te agota y a veces te gusta. Ese yo de manías
conocidas, de miedos inexpresados, de anhelos profundos. A ese ‘yo’ que es cada
uno de nosotros, quiérele bien.
Y por el mismo Dios,
Misterio y Promesa. El Dios que es a veces pregunta y a veces respuesta. Que a
ratos es horizonte, y a ratos presencia. Que hoy te seduce y mañana te provoca.
A ese Dios, señor del tiempo y de la historia, también este brindis va por vos.
Tennos paciencia.
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