domingo, 19 de mayo de 2024

Perlas por comida

Una noche, dos mercaderes en joyas llegaron casi al mismo tiempo a un refugio de caravanas en el desierto. Cada uno de ellos era consciente de la presencia del otro y, mientras descargaban sus respectivos camellos, uno de ellos no pudo resistir la tentación de dejar caer al suelo, como por accidente, una enorme perla, la cual fue rodando hacia el otro, que con afectada cortesía la recogió y se la devolvió a su dueño diciendo
-- ¡Hermosa perla la suya, sí señor! Grande y brillante como pocas,,,
-- Muy amable de su parte, dijo el otro, pero es una de las gemas más pequeñas de mi colección.
Un beduino que estaba sentado junto al fuego y había observado la escena, se levantó e invitó a ambos a cenar con él. Y cuando empezaron a comer, les contó la siguiente historia:
-- También yo, queridos amigos, fui en otro tiempo joyero como vosotros. Un día me sorprendió en el desierto una gran tormenta que nos arrastró a mí y a mi caravana de aquí para allá, hasta que, perdido todo contacto con mi séquito, quedé totalmente aislado y sin saber dónde estaba. Pasaron los días, y me entró verdadero pánico cuando caí en la cuenta de que estaba danto vueltas en círculo, sin saber en saber en absoluto dónde me encontraba ni en qué dirección debía caminar. Entonces, prácticamente muerto de hambre, eché al suelo toda la carga que llevaba mi camello y me puse a rebuscar en ella por enésima vez. Imaginen la emoción que sentí cuando di con una bolsa que hasta entonces no había visto. Con dedos temblorosos, la abrí, esperando encontrar algo de comer. E imaginen también mi desilusión cuando descubrí que lo único que tenía eran perlas... y no comida
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