martes, 20 de agosto de 2024

        Recopilación de Daniel Colombo

Cierta noche tres amigos ascendían por la pendiente del monte Sinaí, esperando llegar a la cima antes del anochecer. Estaban ansiosos por respirar el mismo aire donde, siglos atrás, habían resonado las voces de Dios y de Moisés.
— Hagamos un alto para reponer fuerzas -propuso el de más edad, al llegar a una planicie del monte.
Encendieron un fuego, repartieron pan y queso de cabra, y llenaron sus copas con vino de Grecia.
— Amigos míos –dijo el más joven-. ¿Sabéis, cómo me imagino el paraíso? Como un lugar con mujeres bellas, banquetes deliciosos y siestas profundas sin sobresaltos.
Al oír esto, el otro joven se entusiasmó y exclamó:
— Para mí, el paraíso es un lugar con una eterna primavera, ríos de agua cristalina y aldeas tranquilas, donde habitan los grandes hombres de la historia, con quienes se puede hablar y compartir la sabiduría, cada vez que a uno le plazca.
Luego le preguntaron al mayor, que había escuchado sonriente y en silencio el relato de sus compañeros de aventura, ¿cómo imaginaba el paraíso?
Con inmensa paz espiritual respondió:
— Yo me lo imagino como una planicie del monte Sinaí, donde tres buenos amigos se detienen, se sientan alrededor del fuego, saborean el pan y el queso, beben vino griego y hablan del Paraíso a la luz de las estrellas.

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