sábado, 13 de mayo de 2017

El profeta

Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud considerable acudió a escuchar su voz, aunque más por curiosidad que por interés. Y el profeta ponía toda su alma en su voz, exigiendo el cambio de las costumbres.
Pero, según pasaban los días, cada vez eran menos los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se detuvo a escuchar su voz. Más el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza. Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó:
- ¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?
- Sigo gritando -dijo el profeta- porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí.

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